Blog perteneciente al escritor ciezano Joaquín Gómez Carillo, escritor de Cieza (Murcia) y autor de "RELATOS VULGARES" (2004) y "EN UN LUGAR DE LA MEMORIA" (2006). "La República de Cieza" es un proyecto de artículos de opinión, no sujetos a disciplina política alguna, la mayoría de ellos publicados en el periódico El Mirador de Cieza.

viernes, 4 de mayo de 2007

* Por una Cieza limpia



Educar, concienciar y limpiar. Lo voy a decir otra vez: educar, concienciar y limpiar. ¿Es que no hay forma de que Cieza deje de ser un pueblo sucio en comparación con otros de nuestra Región? ¿Es que es tan difícil mantener un pueblo limpio? ¿Es tan complicado que a la gente le entre en su cabeza que no hay que tirar porquería en la vía pública? Volvemos a lo mismo: no basta con tener un ejército de barrenderos, aunque en otros pueblos los he visto a cualquier hora del día y en cualquier día de la semana. Pero aún así no basta si la gente es completamente desaseada (por decir una palabra fina).

Llevo veinte años, qué digo veinte, toda mi vida, viendo y viviendo una Cieza sucia: antes los cagajones de las bestias y las cacarrutas de las cabras, cuando estaba medio pueblo sin asfaltar; y ahora lo zurullos de los perros; las manchas de los chicles tirados sobre los enlosados de plazas y aceras; las cáscaras de las pipas que la gente come por todas partes y escupe como los hámster; las colillas; los papeles y bolsas de toda clase; los desperdicios de las mesas de algunas terrazas céntricas; los residuos de basura esturreados por el suelo en muchos puntos de recogida, con sus manchurrones correspondientes en el pavimento; los chorretes de helado o de bebida, y hasta las vomiteras (disculpen la crudeza, pero es lo que hay).

Miren lo que les digo: la gente está tan desconcienciada sobre este asunto que ha llegado a pensar que esto es la normalidad (quizá necesitaría ver otros pueblos para que se le abrieran los ojos). Les cuento: Semana Santa, Esquina del Convento, señora con niño de la mano saca el último cigarro y tira el paquete al suelo como lo más normal del mundo, le llamo la atención: “señora se la ha caído”, responde: “lo he tirao, está vacío”, y me mira como a un bicho raro. Otra: tarde de verano, bancos bajo la pérgola de la Esquina del Convento, pareja con perrazo, sacan un bote de potingue pringoso para perros y se lo vacían al can sobre el granito del suelo para que se lo coma a lengüetazos, le llamo la atención, ellos, mirándome como a alguien que no está bien de la olla, intentan recoger el potingue con un papel empringando mucho más las losas de granito.

Me desalienta (no les cuento cómo amaneció este lunes pasado la recientemente pavimentada Calle San Sebastián). Me causa vergüenza ajena la desidia y el poco respeto que la gente tiene con lo público.

Anecdótico: paseo por la Calle Mayor de Cartagena hace tres domingos a las dos de la tarde (mi amigo Antonio Moya no me dejará mentir), las mesas de los bares y cafeterías están a rebosar de gente, un empleado de la limpieza municipal se afana mirando y remirando por si encuentra algo que echar a su recogedor, al final parece que ha localizado una colilla, el hombre avanza por entre las mesas y, con la punta de su escoba logra sacar de un rinconcito la cosa tirada o caída, que al final no es colilla, sino que parece una esquinita de papel de una servilleta.

Ya saben, nunca se debe decir al médico lo que tiene que hacer. Los poderes públicos saben su cometido. Educar, concienciar y limpiar, por ese orden, si no, no llegaremos a ningún sitio; de lo contrario no sacaremos los pies de las aguaderas nunca. Aquellos hijos a los cuales sus padres no supieron educar en este sentido, se han hecho hombres y mujeres y son ahora padres de otros hijos a los que ellos son incapaces de transmitir ciertos valores. Alguien tendrá que romper la cadena. Los poderes públicos, como el médico, sabrán lo que tienen que hacer. Los resortes están ahí, sólo hay que saber tocarlos. Los medios están ahí, basta con utilizarlos. Primero educar para enseñar a quienes ignoran aquello que está bien y aquello que está mal; después concienciar para que nos sintamos orgullosos de pasear y de habitar en una Cieza aseada; y por supuesto limpiar sin demora, para inculcar y hacer ver a quienes ensucian que ése no es el hábitat urbano que queremos, ni que nos merecemos los ciezanos.

3 comentarios:

Pepe dijo...

Toda mi vida, creo que he estado por la lucha de sensibilización de la ciudadanía Ciezana, pero creo que he perdido la batalla. Ahora otras tierras me acogen.

Unknown dijo...

Hola me llamo Francisco, hace 2 años que vine a vivir a cieza, y estoy de acuerdo contigo totalmente.Yo vengo de Barcelona , y alli hasta los niños pequeños buscan una papelera, para arrojar sus desperdicios.la solucion aqui y por desgracia pasa por la represion municipal para concienciar a la gente incivica.CREACION DE UN DECRETO DE NORMAS DE CIVISMO POR EL AYUNTAMIENTO.con actitud sancionadora para este tipo de personajes, con multas y sanciones ejemplares aplicadas por nuestra policia local. abrazos

Jose Manuel dijo...

En el Pais Vasco se terminó la Kale Borroka cuando los padres empezaron a pagar de su bolsillo los autobuees, contenedores, cajeros etc y demás mobliiario urbano que destrozaban sus hijos.
Pongo este ejemplo para dejar claro que mientras no se toque el bolsillo de esta gente incívica y vandálica que ensucia y destroza la ciudad de Cieza, no hay nada que hacer. Porque perder el dinero por una multa sí que duele, y quien no sea cívico por las buenas lo tendría que ser por las malas.
De todas formas, lo que menos entiendo es que las autoridades de Cieza, con el ayuntamiento a la cabeza, les dé igual que ocurra todo esto. Se les debiera caer la cara de vergüenza.