¿Han visto qué primavera de lluvias llevamos desde Semana Santa para acá? Esto es una bendición para los campos, para los montes y para todo. A ver si se llenaran los pantanos y se recargaran los acuíferos, y no hubiera que mendigar el agua a los que prefieren que se pierda en el mar. A ver si lloviese tanto que salieran helechos en la Atalaya. Es verdad que este año se deslucieron algunas procesiones y tuvieron incluso que correr con algún trono, políticos incluidos, pero qué se le va a hacer, los Santos no mandan más que Dios y el agua venía del cielo. Es más, a lo mejor esto es una lección de generosidad para muchas personas que de un tiempo acá se posicionan contra el sentido común de llevar el agua de donde sobra a donde falta.
Al respecto, me decía un amigo mío de la izquierda nostálgica de las banderas aconstitucionales del antiguo (y malogrado) régimen republicano, que tenemos que resignarnos, que Murcia por naturaleza es zona desértica, o desertizable; así que nada de crear explotaciones agrícolas, ni pensar en urbanizaciones que potencien el sector terciario. Nada de trasvases de otras cuencas y traer agua como sinónimo de riqueza para este suelo generoso que da ciento por uno. Que como mucho vayamos pensando en cultivar dátiles y vivir en jaimas. Y me lo decía, ¡lo qué son las cosas!, mientras el Ebro se desbordaba y arrojaba al mar hectómetros y hectómetros de caudal, con los que podríamos regar aquí durante años.
En tiempos había un político que mentía con gracia, no como ahora, que son unos sosos hasta para mentir en campaña. Aquél, me acuerdo que venía a la plaza de toros de Murcia a recolectar el voto sediento de la agricultura y, con un gracejo andaluz que daba gloria oírlo, decía: “¡mursianos, os vamo a traé el agua!, ¿no veis como hemos traído el gas d’Argelia?” (lo del gas lo decía el hombre para los incrédulos sobre los adelantos en conducciones y tuberías, porque con fe y tecnología el agua podía venir de cualquier parte, del lago Chad incluso, pues no se puede decir nunca de esta agua no beberé). Y la plaza de toros, hasta la bandera de banderitas que habían llevado en autobuses de todos los pueblos, vibraba de emoción. Luego, como es natural pasaban los cuatro años y llegaba el tiempo de la siguiente recolección del sufragio. Entonces venía de nuevo a Murcia dicho político tan gracioso (llamado “x” por aquel califa cordobés que, en su filosofía moruna del agua, comparaba los dos grandes partidos con las dos orillas de un mismo río, ¡qué barbaridad!) y, como si los murcianos fuésemos todos amnésicos o más tontos que el faldón de atrás, “pro-metía” de nuevo en la plaza de toros, hasta la bandera de banderitas: “¡mursianos, os vamo a traé el agua!, ¿no veis como hemos traído el gas d’Argelia?” Y una multitud enardecida, quizá amnésica, quizá a piñón fijo de la ideología o quizá encariñada, por qué no, de aquel líder carismático que sabía mentir con aquella gracia andaluza que Dios le había dado, aplaudía a rabiar. Y así pasaba el tiempo; pues de mentiras (políticas), como de ilusiones, también vive el pueblo.
Pero cambiaron los tiempos (“ni gobierno que perdure, ni mal que cien años dure”), y lo que a continuación ha ocurrido en el último decenio ya lo saben ustedes de sobra: como la Tarara, que unos decían que sí y otros decían que no. (Pura anécdota: hasta hace sólo tres años, el lema no discriminatorio, aunque hoy anatematizado por toda una vertiente ideológica, de “agua para todos” tenía validez en las dos orillas del mismo río, que dijera aquél). Es más, el otro día, viendo el panorama in crescendo del arma arrojadiza del agua en la política murciana, otro amigo mío, de la izquierda menos nostálgica, me comentaba estos días atrás, en un vaticinio pesimista, que la derecha (en algunos casos aún nostálgica del águila, que no la de San Juan), lo tiene chupao en las próximas al Parlamento Regional, pues “a los agricultores, decía éste con pesimismo, no hay quien les haga entrar en razón.” ¡Ah, digo yo, la razón de la sinrazón, cuando a mi razón no se hace…!
Sin embargo, de una forma o de otra, nunca es mal año por agua, buena para todo.